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La búsqueda de evidencia negativa

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A todo el mundo le gustan los misterios. Resuelva uno en el campo científico y enseguida vendrán los elogios. No así en el reino de lo paranormal, donde la evidencia, la lógica y las teorías suelen quedar patas para arriba. Mientras que los científicos forenses, digamos, comienzan por la evidencia para llegar a la solución más probable de un misterio, los “paracientíficos” empiezan por la respuesta deseada y a partir de allí buscan la evidencia, empleando el sesgo de la confirmación: buscan aquello que parece confirmar sus creencias y desacreditar cualquier posición contraria, o a quien la sostenga.

Por ejemplo, en el campo paranormal de la criptozoología (término acuñado por Ivan T. Sanderson para describir el estudico de animales “ocultos” o sin verificar ), los defensores de la existencia del Bigfoot (Pie Grande) ofrecen una gran cantidad de evidencia. Lamentablemente, ésta es muy pobre: relatos de testigos, huellas de pisadas, muestras de pelo -justamente aquello que se puede atribuir a la percepción defectuosa o al engaño. Toda esa evidencia es cuestionable porque, más allá de los fraudes, no se dispone de ningún Pie Grande vivo, un esqueleto, ni siquiera de una muestra de ADN para someterlos a un estudio científico.


This article was originally featured in Skeptical Inquirer in English.
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Ocurre lo mismo con otras afirmaciones: fenómenos parapsicológicos, fantasmas, poltergeists y demonios, platos voladores y extraterrestres, el monstruo del Lago Ness, la combustión humana espontánea, la curación por la fe y las estatuas que lloran, el Triángulo de las Bermudas, etc, etc, etc. La ciencia no ha verificado ninguno de estos objetos, entidades o hechos como fenómenos paranormales genuinos.

Debatir sobre los misterios

Los paracientíficos usualmente se desvían del camino. Para ellos la investigación no es una búsqueda para explicar un misterio (lo cual ridiculizan como “justificación”) sino seleccionar misterios acerca de cualquier hecho paranormal en el que crean, con lo cual esperan convencer a la gente de que “algo debe haber”. Para decirlo brevemente, no son detectives sino traficantes de misterios.

Para ellos, el misterio es esencialmente un punto de llegada más que de partida. Si no se explica rápidamente, no protestan por la falta de evidencia. En cambio, de alguna manera suponen que se ha determinado algo: “No sabemos qué hizo que apareciera aceite en una estatua; por lo tanto, debe ser un signo divino”. Pero este es un tipo de falacia lógica conocida como argumentum ad ignorantiam, un razonamiento que parte de la ignorancia -esto es- llegar a una conclusión a partir de la falta de conocimiento. Uno no puede decir “no sabemos” y luego afirmar que por lo tanto lo sabemos.

Y sin embargo, este razonamiento defectuoso se halla en la mayoría de las afirmaciones sobre lo paranormal: “No podemos explicar qué causó A, por lo tanto probablemente sea B”, donde A es el avistaje de un monstruo peludo o una luz suspendida en el aire o una curación médica inesperada y B es presumible y respectivamente un Pie Grande, un plato volador o un milagro. Realmente podría tratarse -otra vez respectivamente- de un oso, de Venus visto a través de las capas atmosféricas, o el resultado de un tratamiento médico previo.

La evidencia negativa

Como observara el psicólogo Ray Hyman (1996, 23) sobre una disciplina paranormal: “La historia de la parapsicología está repleta de experimentos “exitosos” que no pueden repetirse”. Señalando que las llamadas visión remota y otras supuestos tipos de PES (Percepción Extrasensorial) se definían negativamente -esto es, como un efecto remanente luego de que las explicaciones normales fueran supuestamente eliminadas- Hyman nota que un mero problema técnico en los datos experimentales puede ser tomado como evidencia de un fenómeno parapsicológico. “Lo que se necesita, por supuesto”, dice con razón Hyman, “es una teoría positiva del funcionamiento parapsicológico que nos permita decir cuándo psi está presente y cuándo ausente” (destacado en el original). Agrega: “Según mi opinión, cualquier otra disciplina que pretenda ser una ciencia trata con fenómenos cuya presencia o ausencia pueda ser claramente establecida”.

Este requisito -esta necesidad- de obtener evidencia positiva en lugar de negativa es ignorado o descartado por los traficantes de misterios. En los títulos de sus libros y documentales de televisión, ponen palabras como “no resuelto”, “inexplicado”, “desconocido” -presentando a los misterios no como algo que debe ser investigado y resuelto sino supuestamente como enigmas que prueban (usando el argumentum ad ignorantiam) la existencia de lo paranormal.

Consideremos, por ejemplo, las afirmaciones sobre curaciones milagrosas en Lourdes, Francia. Son afirmaciones que provienen de aquellos casos que se consideran “médicamente inexplicables” -argumento clásico que parte de la ignorancia. (En 2008, sin embargo, el Comité Médico Internacional de Lourdes anunció que el panel de médicos ya no debería estar en el asunto de los “milagros”: a partir de ahí, solo debería indicar si un caso era “extraordinario”. “No deberán inferir un milagro a partir de lo “médicamente inexplicable” ).

Respecto de los “milagros” y otras afirmaciones paranormales, apelar a la evidencia negativa es algo común. Por ejemplo: Grant Wilson, que conducía junto a Jason Hawes el programa de televisión Ghost Hunters, dijo que su enfoque respecto de la caza de fantasmas consistía en “solo terminar con aquellas cosas que no puedes justificar” (Hawes y Wilson, 2007, 6).

En el libro Ablaze! The Mysterious Fires of Spontaneous Human Combustion Larry Arnold (1995, 463) dice descaradamente: “Soy el primero en admitir que la CHE (combustión humana espontánea) desafía al sentido común y suena misteriosa. No tengo todas las respuestas para ello; puede que no tenga ninguna respuesta. Y ciertamente, no tengo todas las piezas de este rompecabezas enigmático”. Sin embargo, concluye, “lo que puedo decir con seguridad es esto: la combustión humana espontánea es un hecho, aunque haya permanecido oculto”.

Aquellos que creen en los círculos de maíz (crop circles) han sugerido varias “teorías” para explicar los patrones supuestamente inexplicables en los campos de maíz en Inglaterra (a pesar de la abundante evidencia de fraude ). Ken Rogers, de la Sociedad de lo Inexplicado opina: “Los círculos son verdaderamente el resultado del aterrizaje de un OVNI para investigar los cultivos. No hay otra explicación...” (citado en Randles and Fuller, 1990, 16).

Objetos voladores no identificados

Quizá nunca se vio tanta evidencia negativa, y promovida tan ávidamente como en el caso de los ufólogos, cuyo principal objeto de estudio comienza con el término no-identificado (unidentified, por Unidentified Flying Objects, N. del T.). Charles Fort (1874-1932) se destacó entre los coleccionistas de evidencia negativa. Alguna vez considerado como el “primer” ufólogo (Clark 1998, I:420), Fort fue un proveedor de misterios de escritorio. Con una herencia que le permitió darse el gusto de tener un hobby, pasó sus últmos veintiseis años explorando viejos periódicos que contenìan casos inusuales -incluyendo fenómenos aéreos anómalos- provocando a los científicos “ortodoxos” para que los expliquen (Fort 1941). Su evidencia no solo era anecdótica y su enfoque acientífico, sino que su “documentación no era completamente rigurosa” (Gross 2001, 204).

Sin embargo, Fort es adorado por muchos ufólogos y otros aficionados a los fenómenos que supuestamente “desafían una explicación natural”, lo que ellos llaman “Fenómeno Forteano” o “Forteana” (Guiley 2001, 212-213; Gross 201, 203-205; Clark 1998, 420-425).

Uno de los ufólogos “top” de la historia fue el astrónomo J. Allen Hynek (1910-1986), consultor y autoproclamado “desmitificador” en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos cuando investigaba el Proyecto Libro Azul. A Hynek (1977, 7-9, 17) le impresionó que, al principio, el 23 por ciento de los OVNIs que estudió permanecieron como “desconocidos” y -luego de fundar el Centro para el Estudio de los OVNIs (CUFOS)- adoptó la evidencia negativa:

La transformación de escéptico -no a no-creyente, porque ello tiene cierta connotación “teológica”- sino a un científico que sintió que estaba en la senda de un fenómeno interesante, fue gradual, pero a fines de los 60 ya era total. Hoy no perdería ni un minuto con los OVNIs si no pensara seriamente que el fenómeno OVNI es real y que los esfuerzos para investigarlo y comprenderlo, y eventualmente para resolverlo podrían tener un profundo efecto – siendo quizás el trampolín hacia una revolución respecto de cómo el hombre se ve a sí mismo y su lugar en el universo.

Sin embargo Hynek se volvió cauteloso acerca de la hipótesis extraterrestre, remarcando que “se enfrenta a una gran dificultad, a saber, que estamos viendo demasiados OVNIs. La Tierra es solo un grano de polvo en el universo. ¿Por qué tendríamos el honor de ser visitados tan frecuentemente?” En cambio dijo: “me siento más inclinado a pensar en términos de algo metaterrestre (sic), una suerte de realidad paralela”, planteando que “los OVNIs están relacionados a ciertos fenómenos parapsicológicos” (citado en Story 2001, 252). De esta manera, ¡trató de “explicar” un fenómeno desconocido invocando otro!

Hoy, los ufólogos, por ejemplo Peter B. Davenport, director del Centro Nacional de Informes sobre OVNIs (NUFORC), creen que el gran número de casos no identificados indican al menos que hay algo muy transcendente tras ellos. Debido a “la impresionante cantidad de datos principalmente provenientes de testigos”, dice Davenport, cuando se sabe que la mayoría de las descripciones de testigos son de muy pobre calidad, “muchos de los informes de avistajes de alta calidad implican ciertos aspectos objetivos, los cuales, para un espectador con mentalidad abierta, son bastante impactantes”. Agrega que “la firme evidencia sugiere que estamos tratando con un fenómeno causado por objetos sólidos, palpables, cuyas características no pertenecen al diseño humano, y cuyo comportamiento sugiere un control inteligente” (citado en Story 2001, 150). Por supuesto, está refiriéndose a extraterrestres -con evasivas- mientras los “objetos” permanecen como no-identificados.

Otro que cita la naturaleza inexplicada de los OVNIs es Richard Hall, un partidario de los OVNIs asociado con grupos tales como MUFON y CUFOS. Enfatiza: “entre los cientos de los llamados 'informes OVNI' que aparecen cada año, una fracción considerable de los que son claramente observados por testigos respetables permanecen inexplicados- y es muy difícil explicarlos en términos convencionales”. Hall cree que “colectivamente, estos casos constituyen un misterio científico genuino, que necesita imperiosamente una investigación sistemática y bien sustentada”. Otra vez, vuelve a decir: “La evidencia circunstancial -a veces física- indica que está ocurriendo algo real para lo cual no hay explicación satisfactoria”.

Hall cree que las observaciones incorrectas de objetos terrestres así como la “imaginación/fraude” deben ser rechazadas como explicaciones porque ambas son “inaplicables a los casos límite inexplicados”. En cambio, prefiere la posibilidad de los “llamados 'secretos' visitantes de otro lugar” (citado en Story 2001, 239).

Vacilando, el ufólgo/mitólogo Thomas E. Bullard (2010, 311) sugiere, al menos tentativamente:

Los investigadores de informes OVNI actuales e históricos han filtrado aquellos casos con suficiente evidencia creíble para que califiquen como defendibles. Estos casos sugieren que la naturaleza de las historias sobre OVNIs depende en parte de la naturaleza de los eventos OVNI, y dichos eventos deben su naturaleza a una fuente independiente de la mitología OVNI... Incluso aceptando la falibilidad humana y el autoengaño, parece que hay un misterio genuino.

Bullard está basándose claramente en el método de proceso de eliminación, que es la base de la evidencia negativa.

Luego está Stanton T. Friedman, que promueve la noción de visitas extraterrestres con jactancia, pantallas de humo y alharaca. Friedman racionaliza: “Aprendí rápido que la ausencia de evidencia no es lo mismo que evidencia de ausencia”. Aunque esto sea cierto, sigue aún con ausencia de evidencia. Este ufólogo, que una vez se autodefinió como “físico nuclear itinerante” fue engañado por los “documentos MJ-12” hechos por amateurs, que pretendían probar que el gobierno de los EE.UU. había rescatado un platillo volador con ocupantes humanoides que se había estrellado. Friedman cree, que una consipiración de alto nivel ocultó la evidencia positiva (Friedman 1996, 8, 13, 209-219; Nickell y Fischer 1992, 81-105)

Conclusión


El problema con semejante extrapolación de datos es que falta evidencia positiva. No ha sido capturado ningún piloto extraterrestre o plato volador- a pesar de los fraudes, cuentos folclóricos y teorías conspirativas. Solo hay informes de testigos, fotos, rastros en el suelo y otras cosas por estilo, todas sobre algo no identificado.

Pero todas estos no identificados ¿no valen para nada? Bueno, cantidad no es calidad. Como muestra la gran evidencia, los casos algunas veces promovidos como inexplicados eran solo eso; no eran inexplicables, y muchos de ellos, al ser estudiados, sucumbieron a la investigación. Ni uno solo probó que se tratara de otra cosa que un fenómeno natural o hecho por el hombre- ni los casos clásicos, por ejemplo, Roswell, Rendlesham Forest, Flatwoods, Kecksburg, Exeter, Phoeniz y Stepehville (Nickel y McGaha 2012; McGaha y Nickell 2011, 2015). Puede que algunos casos nunca sean explicados debido a errores de los testigos, evidencia falsificada, falta de información esencial y otras fallas. Por razones similares algunos asesinatos quedan sin explicación, y sin embargo no consideramos a esos casos evidencia de un homicidio cometido por un duende.

Nada de lo dicho hasta ahora significa que no debamos continuar investigando los fenómenos inexplicados, incluyendo los OVNIs. Después de todo, alguna vez el escepticismo sobre piedras que caían del cielo abrió el camino para probar la existencia de los meteoritos. La ciencia no tiene nada que temer acerca del examen de los informes sobre OVNIs, los cuales, hasta la fecha, no han sido inútiles después de todo: hemos aprendido mucho acerca de los engaños, percepciones erróneas y de la fantasía, acerca de los rasgos de personalidad, sobre fenómenos extraños tales como los relámpagos en bola, acerca de la propensión de personas inmaduras a cometer fraudes (¡escépticos incluidos!), y mucho más. Pero la investigación debe ir más allá de la recolección de evidencia negativa. Debe representar un intento real para resolver -esto es, explicar- un misterio.

Referencias

  • Arnold, Larry E. 1995. Ablaze! The Mysterious Fires of Spontaneous Human Combustion. New York: M. Evans and Co.
  • Bullard, Thomas E. 2010. The Myth and Mystery of UFOs. Lawrence: The University Press of Kansas.
  • Clark, Jerome. 1998. The UFO Encyclopedia, 2da ed. (en dos volúmenes). Detroit, MI: Omnigraphics.
  • Fort, Charles. 1941. The Complete Books of Charles Fort. Reimpreso New York: Dover, 1974.

  • Friedman, Stanton T. 1996. Top Secret/Magic. New York: Marlowe & Co.
  • Gross, Loren E. 2001. In Story 2001, 203–205.
  • Guiley, Rosemary Ellen. 2001. Encyclopedia of the Strange, Mystical, & Unexplained. New York: Grammercy Books.
  • Hawes, Jason, and Grant Wilson. 2007. Ghost Hunting. New York: Pocket Books.
  • Heuvelmans, Bernard. 1968. In the Wake of the Sea Serpents; trad. Richard Garnett. New York: Hill and Wang.
  • Hyman, Ray. 1996. Evaluation of the military’s twenty-year program on psychic spying. Skeptical Inquirer 20(2)(March/April): 21–26.
  • Hynek, J. Allen. 1977. The UFO Report. Reimpreso, New York: Barnes & Noble, 1997.
  • McGaha, James, and Joe Nickell. 2011. Exeter incident solved! Skeptical Inquirer 34(6)(November/December): 16–19.
  • ———. 2015. Alien lights? At Phoenix, Stephenville, elsewhere: A postmortem. Skeptical Inquirer 39(2)(March/April): 50–53.
  • Nickell, Joe. 2004. The Mystery Chronicles. Lexington: University Press of Kentucky.
  • ———. 2013. The Science of Miracles. Amherst, New York: Prometheus Books.
  • Nickell, Joe, with John F. Fischer. 1992. Mysterious Realms: Probing Paranormal, Historical, and Forensic Enigmas. Lexington: University Press of Kentucky.
  • Nickell, Joe, and James McGaha. 2012. The Roswellian syndrome. Skeptical Inquirer 36(3)(May/June): 30–36.
  • Randles, Jenny, and Paul Fuller. 1990. Crop Circles: A Mystery Solved. London: Robert Hale.
Story, Ronald. 2001. The Encyclopedia of Extraterrestrial Encounters. New York: New American Library.

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