La tontería olímpica oficial de Río 2016 se llama ventosaterapia, ‘cupping’ en inglés. Ha desbancado en el trono de las supersticiones deportivas a las cintas de esparadrapo de colores que se popularizaron en Londres 2012. Llevaba días preguntándome cuál iba a ser la pseudoterapia de los primeros Juegos Olímpicos de Sudamérica cuando en Twitter irrumpieron Michael Phelps y sus moratones en la espalda.
El 'cupping' es una de las pseudoterapias más estúpidas. Forma parte de la llamada medicina tradicional china y, según el Papiro Ebers, uno de los tratados médicos más antiguos, se practicaba ya en Egipto hace unos 3.500 años. Consiste básicamente en aplicar sobre la piel ventosas de cristal o cerámica para provocar vacíos en ellas, bien quemando una sustancia cuya combustión consume el oxígeno atrapado entre la ventosa y la piel, bien extrayendo el aire mediante una pequeña bomba. La consecuencia es la misma que la de un chupón de enamorado: un moratón.
Los practicantes de la ventosaterapia dicen que sirve para tratar anemia, hemofilia, artritis, desórdenes gastrointestinales, asma, depresión, dolores musculares, fatiga y hasta cáncer. Ésa no es la opinión de la ciencia. “Es un absurdo”, sentencia Vicente Baos, médico de familia y miembro del Círculo Escéptico, quien añade que “es una forma de acupuntura que en este caso los deportistas estadounidenses utilizan, según dicen, contra los dolores musculares y la fatiga. Pero es algo ridículo. Ese vacío provoca un desgarro de la piel y de los vasos sanguíneos superficiales. Por eso sale un moratón o directamente sangre. No tiene nada que ver con los músculos. Es un simple chupón”.
En 2012, la revista ‘PLoS ONE’ publicó una revisión de todos los estudios sobre ‘cupping’: los autores del trabajo concluían que, aunque podría tener cierta efectividad contra algunas dolencias, la calidad de las investigaciones era tan baja que no hay garantías de que se trate más que de placebo. Es decir, lo mismo que sucede con todas las terapias alternativas cuando se someten a análisis rigurosos. La Sociedad Estadounidense contra el Cáncer asegura, por su parte, que “no hay pruebas científicas de que (la ventosaterapia) suponga ningún beneficio para la salud" y que todos los informes de éxito "son anecdóticos. No hay pruebas científicas de que el ‘cupping’ pueda curar el cáncer o cualquier otra enfermedad”.
Las cintas kinesio
Michael Phelps y otros miembros del equipo olímpico estadounidense están convencidos de que la ventosaterapia les va bien como otros deportistas lo están de la efectividad de otras pseudoterapias, amuletos y rituales supersticiosos. Hace cuatro años, veíamos en Londres a competidores de varias nacionalidades y disciplinas con las llamadas cintas kinesio, unos vistosos esparadrapos de colores que se inventó a finales de los 70 el médico alternativo japonés Kenzo Kase, quiropráctico y cromoterapeuta (de ahí lo de los colores). Ya saben, las supersticiones tienden a ir en manada.
“Vendar adecuadamente, por un profesional experto, una articulación o un músculo dañado resulta conveniente para la recuperación de una lesión y puede permitir que vuelva a utilizarse hasta cierto punto, incluso para competir”, me explicaba el biólogo José Carlos Pérez Cobo, entonces profesor de Fisiología Humana de la Universidad del País Vasco. Y mostraba su perplejidad por el uso de las cintas kinesio, que “no sujetan nada” y cuentan, además, con el inútil añadido de la cromoterapia.
Al igual que en el caso del ‘cupping’, una revisión de los estudios sobre las cintas kinesio publicada en la revista ‘Sports Medicine’ advertía en 2012 de que no hay ninguna prueba de que el esparadrapo mágico funcione mejor que el normal cuando se emplea bien. Ese trabajo, obviamente, no ha influido en los atletas que todavía hoy, en Río 2016, usan las cintas kinesio como no influirán las pruebas -o, mejor dicho, la falta de ellas- sobre la ventosaterapia en el ánimo de Phelps y sus compañeros. Más probable es que el escaparate olímpico popularice la estupidez del ‘cupping’.
La ventosaterapia, las cintas kinesio y la ahora olvidada pulsera Power Balance -que usaban estrellas como Shaquille O’Neal, Cristiano Ronaldo y Rubens Barrichello- son demostraciones de algo muy extendido en el deporte: la superstición. Raro es el deportista que no tiene alguna manía, algún tic, algún amuleto, alguna prenda, que cree que le da suerte. Desde unas medias determinadas hasta el tradicional crucifijo, pasando por entrar al terreno de juego siempre con el mismo pie, es todo dopaje mental que añade a quien lo practica un plus de confianza en que las cosas van a salir bien. Si no es así, ya culparemos a otras circunstancias, nunca al amuleto o ritual. Michael Phelps cree en el ‘cupping’, pero, si no entrenara ni fuera un portento físico, ya podían llenarle el cuerpo de ventosas que no serviría para nada. Como las bendiciones eclesiales al ‘Titanic’.