La mayoría de la gente da por sentado que el chupacabras, como sus hermanos Piegrande y Nessie, apareció hace décadas o siglos. Sin embargo, como lo trato en mi libro Tracking the Chupacabra: The Vampire Beast in Fact, Fiction, and Folklore y en las páginas de The Skeptical Inquirer, el origen de este misterioso vampiro bestial se remonta a un testigo portorriqueño que vio la película Species en 1995, en la que aparecía un monstruo casi idéntico. Aunque tanto las leyendas sobre vampiros como la “misteriosa” predación de animales se remontan a varios siglos, parece que no hay evidencia alguna de ningún “chupacabras” que succione la sangre antes de los años 90.
La bestia cumplió 20 años el año pasado, y su corta edad constituye un problema peliagudo para aquellos que desean afirmar que existe, porque no hay rastro de la procedencia evolutiva de estos extraños monstruos. Los animales reales no aparecen de la nada; todos están sujetos a las mismas presiones evolutivas y deben descender de un animal anterior. En el árbol de la vida no hay ninguna rama para el chupacabras y lo mismo sucede con Piegrande, Nessie, los dragones y el Demonio de Jersey1.
Cuando se los fuerza a dar cuenta de esta falta de registros históricos, los que afirma la existencia del chupacabras a menudo mencionan mitos y leyendas folclóricas sobre espíritus sobrenaturales, sacándolas de contexto y describiéndolas erróneamente como relatos reales de testigos que tuvieron encuentros con criaturas corpóreas desconocidas. (Para mas información sobre este proceso, véase Abominable Science! Origins of the Yeti, Nessie, and Other Famous Cryptids, de Daniel Loxton y Donald Prothero, y Lake Monster Traditions: A Cross-Cultural Analysis, de Michel Meurger. También el libro que escribí junto con Joe Nickell Lake Monster Mysteries: Investigating the World’s Most Elusive Creatures).
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El chupacabras tiene dos relatos que se invocan para explicar, o tratar de explicar su súbita aparición: el primero es que la criatura es un extraterrestre que trajeron visitantes alienígenas; el segundo es que el chupacabras es una entidad creada en un laboratorio secreto del gobierno de los Estados Unidos que se escapó. Parece que los experimentos genéticos salieron mal —esencialmente una clásica teoría conspirativa que nos recuerda a la de Frankenstein. No por casualidad, ambas historias sobre el origen de la bestia en cuestión son idénticas a las de Sil, un monstruo similar al chupacabras que aparece en la película Species (ver Figura 1, y Radford, 2014).
La explicación “Frankenstein” y la alienígena a la que recurrieron muchos portorriqueños y otros poco después de la aparición del chupacabras en 1995 era insatisfactoria (y quizá un tanto extravagante) para algunos que, entonces, propusieron sus propios relatos sobre la bestia-vampiro. Semejantes historias crean un vacío de información que se llena fácilmente con especulaciones misteriosas. (Para un análisis de la historia de las afirmaciones sobre el chupacabras desde los años 50, véanse mis columnas en el Skeptical Inquirer “The Mystery of the Texas Chupacabra” en el ejemplar de Marzo/Abril de 2014 y “Texas Monsters and the Chupacabra” en el de Mayo/Junio de 2015).
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Sabíduría popular del chupacabras atribuida al antiguo Nuevo México
Debido a que el chupacabras apareció por primera vez en Puerto Rico y durante muchos años fue citado en varios países de habla hispana, no es sorprendente que Latinoamérica pudiera servir como lugar plausible para el origen de la historia. En su libro Enchanted Legends and Lore of New Mexico, Ray John De Aragón incluye un fantasioso cuento titulado “The Sheepherder y the Chupacabra”, en el cual un pastor llamado Francisco cuenta una historia:
Doña Serafina, la vieja curandera... dijo que hace muchos, muchos años atrás, la gente encontraba ganado muerto, pollos, bisontes, ovejas, cabras, muertos, e incluso una persona que parecía haber sido desangrada. Sea lo que fuere, atacaba principalmente a las cabras, dijo —un chupacabras— y la gente lo llamaba así. Doña Serafina les dijo que los antiguos indios tenían esta extraña clase de animal. Dijo que ella misma había visto uno con sus propios ojos mientras seguìa a un médico brujo indio que lo tenía como mascota. “El chupacabras se detuvo y me miró”, dijo. “Era una mirada diabólica que me dió escalofríos. Pero yo no le iba a demostrar que tenía miedo. Solo saqué mi detente, un cuadro bordado que decía (en inglés) El Sagrado Corazón de Jesús está conmigo. Los detentes sirven para alejar el demonio y protegerte. Cuando el chupacabras vio el detente, me miró como si hubiera enloquecido, bajando la larga y delgada cola, mirándome de vez en cuando. Yo mantuve mi detente con mis manos mostrándoselo. No voy a ningún lado sin mi detente. Nunca sabes cuándo vas a ver a un chupacabras”.
Un poco después de escuchar esta historia emotiva, mientras cuidaba sus ovejas en la llanura, Francisco encontró...
Una extraña criatura... olfateando y echándole una fiera mirada... Era un chupacabras, que merodeaba, hambriento buscando a las ovejas asustadas. Francisco sacó su detente del bolsillo de la camisa, y mientras lo sostenía con la mano recitó el Padre Nuestro varias veces seguidas. El chupacabras lo miró con los ojos rojos y gruñó ferozmente, se dio vuelta y se fue. El detente le salvó la vida (De Aragón 2012, 91-92).
Cualquiera que esté familiarizado con el folclore o con la verdadera historia del chupacabras —modestamente me considero así en las dos categorías— va a darse cuenta de que no tiene base alguna. Si verdaderamente se trata de una “leyenda” de Nuevo México, es algo nuevo hecho en 2012 por De Aragón sin fuente confiable.
Es un relato que presenta a una criatura que apareció por primera vez en 1995, hablando retroactivamente sobre una bestia ficticia —que para muchos lectores es plausible— la cual se remonta a épocas ancestrales. La idea de que el chupacabras fue adoptado como mascota hace siglos por un brujo indígena norteamericano es una distorsión novelesca, y el tema de una bestia diabólica que se asusta cuando los fieles invocan a Jesús está fuera de los cánones católicos comunes (Para mayor información sobre el uso del chupacabras como símbolo satánico por parte de las autoridades religiosas —sobre todo los Pentecostales— ver páginas 53 a 55 en Tracking the Chupacabra).
Este relato de ficción, si bien es un cuento entretenido, corre el riesgo de que los lectores lo tomen como una leyenda histórica genuina. Aunque De Aragón claramente inventó la historia, dice que está basada en una leyenda que le contaron como verdadera. Los estudiosos del folclore son cuidadosos al dar referencias o citas en las historias que relatan, para demostrar que poseen erudición y son idóneos, pero lamentablemente estas citas no figuran en el libro de De Aragón.
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Incluso si De Aragón hubiera escuchado algo sobre una historia del demonio-vampiro que pudiera embellecer su cuento sobre el chupacabras, los detalles y los hechos que presenta distan tanto de las fuentes originales que cualquier relato histórico de un encuentro con un verdadero chupacabras se torna confuso e irremediablemente perdido. Sin una pizca de evidencia que pueda corroborarla (por ejemplo una mención histórica escrita sobre la criatura o incluso el relato de algún “testigo” independiente sobre un encuentro), hay que asumir con certeza que esta “leyenda” es totalmente ficticia.
Coronado, Zuni y el chupacabras
Otra afirmación “legendaria” sobre la historia del chupacabras proviene de Bob Curran en su libro Vampires: A Field Guide to the Creatures That Stalk the Night. Describe al encuentro que tuvo el explorador Francisco Vázquez de Coronado con un chotacabras (ver Figura 2). En un capítulo titulado “El Chupacabra”, Curran escribe:
Una leyenda dice que mientras acampaba durante la noche, el ganado Coronado fue atacado. Se dice que algunos de sus hombres ahuyentaron a los atacantes —descriptos como hombres pequeños, oscuros y con piel rugosa— con antorchas y lanzas. A la mañana, gran parte del ganado, que formaba la mayor parte de la manada (1.500 animales), había muerto desangrada. A pesar del contratiempo, Coronado pudo comprarle ganado a los indígenas locales, reemplazando a la mayor parte que había perdido y siguió con la búsqueda. En el pueblo indígena Zuni, en Hawikuh, Nuevo México occidental, escuchó cuentos de extraños hombres grises con “cuchillos en la espalda” que habían peleado esporádicamente con los Zunis hacía mucho tiempo. Podían saltar, según le dijeron los Zunis, y hacer que sus soldados cayeran desde arriba, matándolos con palos puntiagudos. Se dijo que bebían sangre. Estos cuentos no le resultaron interesantes a Coronado, y su destino fue la legendaria Cibola, y todo lo que se dijo acerca de enanos feroces fue solo una distracción (Curran 2005, 46).
Hay muchas claves que indican que esta historia —confusa como es— no es cierta. Para fundamentar su posición, Curran pone varias advertencias sobre su veracidad (“una leyenda dice...” “se dice que...”, etc) y al igual que sucede con la leyenda de De Aragón es importante prestar atención la procedencia de esta historia, que fue de boca en boca varias veces: Curran está describiendo lo que la leyenda dice que Coronado afirma sobre lo que escuchó de los indios Zuni cuando le hablaron sobre lo que sus antepasados le dijeron que hicieron hacía medio siglo.
No tengo idea de lo que significa —si algo significa— esta supuesta leyenda, y Curran tampoco. Por supuesto que el conquistador español Coronado estaba atacando y matando Zunis, no intercambiando cuentos amigables con ellos, y es posible que la tribu le contara historias de los enanos salvajes a Coronado como amenaza indirecta de los peligros que este hombre enfrentaba en la zona a menos que huyera. Incluso si la leyenda es cierta —y no hay razón para pensar que lo es— también está el problema de que los españoles y los indios no hablaban el mismo idioma; de hecho, los dos grupos se comunicaban haciendo señas con las manos e interpretaciones toscas.
En el libro Cities of Gold: A Journey Across the American Southwest in Pursuit of Coronado, Douglas Preston (1992) describe varias instancias en las cuales el significado de las palabras y mensajes estaba deformado o mal traducido entre Coronado y los Zunis (los pollos eran confundidos con pavos, y el ganado con búfalos). Cuando se comunicaban y recibían mensajes importantes de Coronado “no está claro cuánto entendían los Zunis”, indica Preston, que no está sorprendido ya que los mensajes entre ambos grupos eran “explicados mediante señas” (285). Preston manifiesta que Coronado “le pidió a los indios que pintaran una tela mostrándole todos los animales que había en la zona, lo cual hicieron” (304). Pintaron búfalos, alces, coyotes y otros animales conocidos —sin embargo el chupacabras no figuraba.
Un problema más serio es que —incluso asumiendo momentáneamente que los detalles de la leyenda sean ciertos y que Coronado haya comprendido e informado correctamente lo que escuchó de los Zunis— no hay una conexión clara con el chupacabras. El chupacabras había aparecido en varias formas y se había informado una disparatada cantidad de rasgos que incluían alas, una cola, ojos rojos, y demás —ninguno de los informes describía “hombres pequeños, oscuros, de piel rugosa” u “hombres grises extraños” o “enanos guerreros feroces” armados con antorchas y lanzas. Incluso si se asume que la descripción tiene alguna base, los “cuchillos” en la espalda mencionados podrían simplemente describir dónde enfundaban los cuchillos estos misteriosos “enanos”. La presunción de vampirismo, aunque también estaba superficialmente ligada con el chupacabras, es de hecho ordinaria y común, algo utilizado para demonizar a los enemigos.
Curran da otra versión —incluso más confusa e improbable— de esta historia en su libro American Vampires: Their True Bloody History from New York to California. Tiene que ver con la expedición de Coronado, cuyo ganado fue atacado una noche:
Los atacantes eran “pequeños hombres grises” con piel dura y con púas, que servían para chupar la sangre de los animales y consumir algunos de sus órganos internos. Solo se los podía alejar con fuego —los hombres portaban antorchas para hacerlos retroceder. Los nativos del lugar le dijeron a los españoles que éstos eran chupacabras y que vivían en las colinas cercanas. Eran caníbales que bebían sangre y, si se los enfrentaba atacarían a los humanos como a los animales. Se decía que solo aparecían de noche… Los lugareños les dijeron que los seres… habían vivido allí durante mucho tiempo, atacando a sus cabras y ganado y algunas veces a ellos mismos, y que había algunos de ellos que podían cambiar de aspecto, transformándose en pájaros o coyotes (Curran 2013b, 190)2).
Por supuesto, los caníbales comen individuos de su propia especie y por lo tanto los chupacabras que describe Curran no serían extraterrestres ni cánidos ni demonios sino humanos —identificación reforzada por las descripciones de ellos como “pequeños hombres” que usaban lanzas. Pero por supuesto, esta “leyenda” no es consistente, ya que estos chupacabras también son criaturas que cambian mágicamente.
Así vemos que los detalles dramáticos, específicos y misteriosos presentados en la leyenda en extremo improbables. Incluso si los Zunis de hecho trataron de describir algunos animales desconocidos a los invasores españoles, quién sabe cuán confusa puede haber sido esta descripción (teniendo en cuenta las señas manuales y los dibujos traducidos al castellano y luego al inglés) que al fin y al cabo terminan siendo “extraños hombres grises con cuchillos en la espalda”.
De nuevo, a pesar de la leyenda que una y otra vez invocaba al término chupacabra para describir a los míticos caníbales, vampiros, enanos grises de los cuales supuestamente Coronado oyó hablar, la conexión con el chupacabras es virtualmente inexistente. Para esclarecer la cuestión de las fuentes —y por lo tanto la veracidad histórica— de este relato, me puse en contacto con Curran, quien me dijo “Usé la historia de Coronado en un par de libros pero no tengo idea de si es verdadera o no”3.
Alienígenas antiguos y chupacabras de la Era Pre-atómica
Otras pseudohistorias del chupacabras se pueden encontrar en una edición especial y sensacional de la revista de habla hispana Contacto OVNI, la cual contiene un artículo titulado “El chupacabras hace 70 años” y brinda alocadas conjeturas sobre el origen de la criatura, incluyendo una sección titulada “Chupacabras de la Era Pre-atómica”, que trata de relacionar —sin éxito— a la bestia con una historia de 1925 sobre una depredación de animales en África (Romero, 1996).
En los archivos de la Universidad Interamericana, en Bayamon, Puerto Rico, descubrí otro folleto en castellano, llamado La Verdadera Historia del Chupacabras, que se propone revelar la verdadera historia de la bestia. Comenzando con algunos relatos desacreditados hace tiempo acerca del chupacabras por el ufólogo Jorge Martín, el libro de noventa y seis páginas —escrito bajo el nombre de Redacción Noticiosa (1996)— sugiere que los indígenas Taino (un grupo relacionado con los Ararawak de varias islas del Caribe cuando Colón llegó a América) conocían al chupacabras. Allí se destaca que “figuras de bestias son prominentes en la mitología y utensilios encontrados en la cultura Taina” (traducción del autor); y “Aquí en la Redacción Noticiosa creemos que la presencia del chupacabras se remonta a una época anterior a la conquista cuando los Tainos gobernaban la isla”.
El folleto continúa teorizando que la reverencia que los Tainos mantenían sobre le bosque El Yunque y las deidades en las que creían existían allí (que algunos afirmaban que era el hogar del chupacabras original) permitieron que el animal crezca en ese lugar. No obstante, los Tainos aparentemente cazaban —y a veces se comían— al chupacabras, como se muestra en una fantástica escena dibujada en la que aparece una escena estereotipada de un Taino armado que observa a una mujer preparando una comida cerca de un chupacabras que es asado al fuego (ver Figura 3).
Tal vez la historia ficticia más extravagante sobre el origen del chupacabras proviene del escritor Scott Corrales, quien en un capítulo sobre teorías conspirativas se refiere al chupacabras. Allí cita a un investigador chileno llamado Ferrer a quien un anciano le dijo que “los abuelos de su abuelo sabían que estos predadores (chupacabras) existieron y que eran, de hecho, dioses que venían a traer mensajes. En el pasado, estos mensajes se expresaron en oraciones completas, aunque ahora se muestran en lenguaje numérico… 666 —la marca de la bestia (Corrales, 2004, 127). Corrales da rienda suelta a esta especulación y conjetura, preguntando ominosamente: “Quién o qué son estas extrañas deidades temidas y adoradas por los antiguos Atacamas… Qué hubiera ocurrido si los antiguos Atacamas se negaran a practicar el ritual (sacrificio sangriento)? Sus deidades enviaron monstruos subalternos (por ejemplo el chupacabras) para recoger la sangre que necesitaban?” (Corrales, 2004)
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Conclusión
Descubrí varios ejemplos de pseudohistorias inventadas acerca del chupacabras, desde la mascota de los brujos Zunis hasta las criaturas vampíricas enviadas por deidades Mesoamericanas y enanos caníbales que usaban lanzas. No le envidio a los autores su ficción histórica especulativa —Curran y De Aragón son buenos narradores que brindan historias vívidas y atrapantes basadas en mitos y leyendas— pero una explicación falsa es tan buena como cualquiera otra sin referencias o documentación.
La verdadera historia del chupacabras es un relato fascinante e improbable, repleto de teorías conspirativas, cuentos sobre vampiros, y con mucho despliegue publicitario. Presentar historias inventadas como “leyendas” solo sirve para empañar la línea entre los hechos y la ficción —líneas en las cuales investigadores como yo hemos trabajado mucho para aclarar las cosas (durante años he ofrecido, y lo sigo haciendo, una recompensa de 1.000 dólares para cualquiera que presente un referencia verificable y publicada antes de los años 90 respecto al vampiro chupacabras en cualquier parte del mundo). La expansión gradual de lo que popularmente se llama “chupacabras” es común; en mi libro describo cómo la palabra original se refería a una criatura alienígena muy específica a mediados de los 90 aunque se ha expandido incluyendo cánidos pelados en el 2000 y para 2010 virtualmente cualquier animal que no pueda ser inmediatamente identificado se lo llama (incluso informalmente o a través de los medios) como un chupacabras. Este mismo fenómeno ha ocurrido también en la literatura, con historias bajo el nombre de “chupacabras” aplicado retroactivamente a leyendas y rumores que hablan sobre supuestos extraños encuentros. Dado que las referencias aquí presentadas son anteriores a la publicación de mi investigación, todavía no se puede saber qué efecto tendrá respecto a la corrección de los registros. Es probable que se produzca una migración de los temas aquí expuestos sobre pseudohistorias y el chupacabras. Los rumores, las leyendas urbanas y el folclore no son algo inmutable: cambian día a día. Siendo el investigador que por primera vez identificó el origen del chupacabras, lamento que existan cuentos confusos sobre esta bestia-vampiro hispana. Sin embargo, las fuerzas del folclore no se detienen y tratar de corregir los registros es una tarea ciclópea. El folclore tiene vida propia y lo mejor que puedo hacer es explicar el verdadero origen del chupacabras y ayudar a documentar la difusión del monstruo en la cultura popular. La información está a disposición para aquellos que quieran verla, pero sé que la verdad nunca es candidata a ser una buena historia.
Notas
- Por supuesto, hubo varios intentos de colocar a las criaturas míticas dentro de un marco evolutivo. Para una fascinante mirada a los intentos taxonómicos tratando de hallar lugar para las hadas, espíritus y ángeles desde una perspectiva darwiniana, véase por ejemplo el libro The Hidden Side of Things, de Charles W. Leadbeater, 1913.
- No está claro, en esta leyenda, por qué los animales parecidos a los coyotes, y que actúan como ellos —los cuales son conocidos por atacar al ganado, incluyendo cabras— no fueron identificados como coyotes por los nativos sino como chupacabras que se transformaban en coyotes antes de atacar al ganado. Esto sería como asumir que un perro que defecó en el piso debe haber sido realmente un animal desconocido que cambia de forma, en lugar de un perro, porque una mascota amada no haría semejante cosa.
- Curran me dijo: “De acuerdo a mis notas proviene de un libro que me mostraron en la Biblioteca Nacional de Barcelona hace muchos años. El libro es Las aventuras del Gran General Francesco de Coronado, Explorados y Gobernador de Nueva Galicia y Otras en América, y la fecha que tengo es de 1895. Por alguna razón no tengo al autor pero se publicó en Madrid. Está en catalán y conseguí un amigo para que me tradujera algunos fragmentos” (Curran, 2013ª)
Referencias
- Corrales, Scott. 2004. Chupacabras: A study in darkness. In The New Conspiracy Reader: From Planet X to the War on Terrorism—What You Really Don’t Know, edited by Al Hidell and Joan D’Arc. New York: Citadel Press.
- Curran, Bob. 2005. Vampires: A Field Guide to the Creatures that Stalk the Night. Pompton Plains, New Jersey: Career Press.
- ———. 2013a. Interview by the author, January 27.
- ———. 2013b. American Vampires: Their True Bloody History from New York to California. Pompton Plains, New Jersey: Career Press.
- De Aragón, Ray John. 2012. Enchanted Legends and Lore of New Mexico: Witches, Ghosts, and Spirits. Charleston, South Carolina: The History Press.Preston, Douglas. 1992. Cities of Gold: A Journey Across the American Southwest in Pursuit of Coronado. New York: Simon & Schuster.
- Radford, Benjamin. 2014. Tracking the Chupacabra: The Vampire Beast in Fact, Fiction, and Folklore. Albuquerque, New Mexico: University of New Mexico Press.
- Redaccion Noticiosa. 1996. La Verdadera Historia del Chupacabras. San Juan, Puerto Rico: Redaccion Noticiosa.
- Romero, Armando Nicolau. 1996. El Chupacabras hace 70 anos. En Contacto OVNI—Edicion Especial. Corporativo Mina, México.