Artículo traducido por Alejandro Borgo, Director del CFI/Argentina.
Si estás leyendo esta columna, es porque te has beneficiado con los avances científicos y tecnológicos que han transformado la economía mundial. Para profesionales bien instruidos que constituyen el principal público de las revistas de ciencia populares, estas innovaciones han creado una nueva riqueza y oportunidades para tener la oportunidad de obtener profesiones. Sin embargo, paradójicamente, el propio éxito de la ciencia y el sector de la ingeniería han creado las condiciones que llevaron a muchos otros a desconfiar de los expertos y de la clase profesional. Los mismos avances que han enriquecido a aquellos que están en la cima de la economía del conocimiento han también eliminado millones de puestos de trabajo entre los que están más abajo, transformando industrias enteras y regiones geográficas, generando resentimiento público, y sembrando la polarización política.
Cuando pensamos en las raíces del antagonismo sobre la pericia científica en los Estados Unidos, a menudo nos enfocamos en el partidismo o en las diferencias religiosas. Sin embargo, los análisis que conduje con varios colegas en entrevistas de opinión pública a gran escala muestran que las disparidades relacionadas con los ingresos, la educación y la raza juegan un rol más importante respecto de cómo los estadounidenses aprecian la relación entre ciencia y sociedad, con reservas que trascienden las diferencias tradicionales entre ideologías de izquierda y derecha.
Cuando se les pregunta sobre el impacto social de los avances científicos y las innovaciones tecnológicas, el público estadounidense que expresan el optimismo más fuerte tienden a ser blancos, tienen un graduación universitaria y se encuentran dentro del rango de mayores ingresos. Estos individuos pueden esperar justificadamente que sus carreras los van a beneficiar a partir de las innovaciones científicas y que van a ser capaces de abordar nuevas teconologías y tratamientos médicos. Por el contrario, aquellos que expresan sus reservas hacia la ciencia y la tecnología generalmente tienen algún título obtenido en la facultad, ganan menos de 50.000 dólares anuales y es probable que no sean blancos. Están preocupados, justificadamente, acerca de cómo van a competir en una economía basada en la innovación, afrontando el acceso a nuevas tecnologías o avances médicos, y cómo tales avances pueden reforzar patrones de discriminación y otras desigualdades sociales (Nisbet y Markowitz, 2014).
Quizá no hay área más clara en la ansiedad de la gente. Es la que se basa en la disparidad económica en relación con la automatización y la inteligencia artificial (IA). Estas innovaciones son promocionadas como estimuladores de la economía, contribuyendo a la protección ambiental y la seguridad pública, y aumentando la conveniencia del consumidor. También es probable que eliminen los trabajos de millones de camioneros, taxistas, la venta minorista y profesionales. Las empresas tecnológicas se arriesgan a la reacción negativa de la gente mientras buscan adoptar aplicaciones de IA, gastando millones para evitar la regulación (Lloyd, 2017).
En una encuesta reciente, cuando se pidió a la gente que considerara un futuro en el cual los robots y las computadoras hicieran muchos trabajos que hacen los humanos, el 72 por ciento de los estadounidendes expresó preocupación contra un 33 por ciento que expresó entusiasmo y una proporción similar pensaba que la desigualdad económica se pondría mucho peor como consecuencia de tales avances. Las preocupaciones relativas al impacto negativo de las innovaciones en los lugares de trabajo eran mayores entre los que no habían completado el cuarto año de la facultad (Pew Research Center 2017a).
Los estadounidenses también manifestaron severas reservas acerca del impacto en la desigualdad social de las innovaciones biomédicas relacionadas con el mejoramiento de la condición humana. La mayoría de la gente dijo que estaba muy preocupada, o simplemente preocupada acerca de la edición genética, chips cerebrales, y sangre sintética y que estas tecnologías estarían disponibles antes de que fueran completamente entendidas. Gran parte de la ansiedad se relaciona con disparidades anticipadas: más del 70 por ciento teme que estas innovaciones podrían exacerbar la línea divisoria entre aquellos que pueden tener acceso a ellas y aquellos que no, porque las tecnologías mencionadas solo estarían al alcance de los ricos (Pew Research Center 2017b).
Una conversación diferente
Teniendo en cuenta la preocupación masiva sobre el uso de la edición genética para el mejoramiento humano, un informe de la Academia Nacional de Ciencias de 2017 recomendó que los científicos y legisladores deberían facilitar las novedades en desarrollo respecto de los beneficios y riesgos de la revisión del genoma humano y que se necesitaba más investigación sobre cómo facilitar de forma efectiva los progresos (National Academies, 2017). Los estudios también muestran una creencia masiva entre los estadounidenses acerca de que los científicos deberían consultar al público antes de continuar con las aplicaciones de modificación genética (Scheufele et al. 2017).
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También, si los científicos, ingenieros, líderes universitarios y CEOs van a afrontar las preocupaciones concernientes a la modificación genética y otras innovaciones tecnológicas, tendrán que proponer nuevos enfoques para enfrentar a aquellos segmentos del público que pertenezcan a niveles socio-económicos más bajos.
Los esfuerzos tradicionales por comunicar la ciencia que se centran en educar informalmente a través de documentales en la televisión, los libros y revistas populares de ciencia y los museos de ciencia tienden a interesar a los estadounidenses mejor educados y con mayores ingresos, que en promedio son los más grandes consumidores de estos recursos, un grupo que tiende a ser entusiasta, conocedor y optimista respecto de las innovaciones tecnológicas.
Una reciente encuesta de Pew (2017c), por ejemplo, muestra que solo el 17 por ciento de los estadounidenses son consumidores activos de noticias, definidos como aquellos que buscan y consumen noticias científicas varias veces por semana. Este grupo tiende a ubicarse entre los mejor educados, los que ganan mejores sueldos, y que son, en su mayoría, blancos. En cambio, la atención hacia las noticias científicas de acuerdo al estatus socio-económico la constituyen quienes son eficaces pronosticadores acerca de si un individuo se va a involucrar en otras actividades de ciencia informales, como visitar un museo, dedicarse a un hobby relacionado con la ciencia o participando en un programa científico dedicado a los ciudadanos.
Estas disparidades, son las mayores barreras para acercarse a las reservas y maliterpretaciones del público. Consideremos la comunicación y los esfuerzos relativos a la nanotecnología. Entre 2004 y 2007, cuando se introdujeron cientos de productos y aplicaciones de nanotecnología en el mercado estadounidense, el conocimiento de la nanotecnología se incrementó notablemente entre los mejor educados pero declinó respecto de los menos educados. Estas disparidades respecto del conocimiento tuvieron lugar incluso como cobertura de noticias de nanotecnología por parte de las agencias gubernamentales, museos de ciencia y universidades que invirtieron importantes recursos en la educación informal. Este efecto de “hueco de conocimiento” ha sido seguido por investigadores durante varias décadas. Mientras temas científicos emergentes como la nanotecnología, la modificación genética, o la inteligencia artificial aumentan la atención de las noticias y en los museos y otros lugares, aquellos individuos que tienen un estatus socio-económico más alto es más probable que adquieran conocimiento más rápido que su contraparte, los estratos más bajos, de modo que la diferencia en el conocimiento entre estos segmentos se va a incrementar en lugar de disminuir.
La razón de estas disparidades es que los individuos mejor educados tienden a absorber la nueva información más eficientemente y pueden confiar en sus amigos (igualmente educados) y en los miembros de la familia para discutir y continuar estudiando conceptos que no comprenden. Como aquellos que ganan buenos sueldos, también poseen los medios financieros y el tiempo para sacar ventaja de las fuentes de alta calidad respecto de las coberturas de las noticias y visitar museos de ciencia e instituciones similares. En 2012, el 40 por ciento de los estadounidenses pertenecientes al cuartil más alto de ingresos salariales dijeron que habían visitado un museo de historia o un centro científico durante el año anterior, comparado con menos del 20 por ciento entre los que pertenecen al último cuartil. El efecto del hueco respecto del conocimiento se ha relacionado con el las estrategias de alcance de los medios como el Discovery Channel y el National Geographic Channel, cuyos programas intentaron atraer una mayor audiencia, que de otra manera nunca hubiera consumido la información relativa a la ciencia. (Corley y Scheufele 2010; Nisbet et al. 2015).
Aparte de la popularidad como herramienta entre los científicos y sus aliados, los medios sociales no son la panacea, y las iniciativas de fuerte inversión en el alcance de los medios a expensas de otras estrategias solo podría reforzar las disparidades y divisiones. De acuerdo con Pew (2017c) una proporción importante de usuarios de medios sociales dicen que incidentalmente se encontraron con nuevas historias científicas que de otra manera no hubieran visto. Pero aproximadamente, dos de cada uno de los usuarios de medios sociales dicen que mayormente desconfían en los posts científicos que encuentran. Generalmente, este sentimiento va acompañado de un escepticismo creciente hacia los medios sociales, y se confunde por la tendencia de los medios sociales para facilitar la difusión de la desinformación, alentar la descortesía, y para exacerbar las diferencias en lugar de superarlas.
Dados los intereses del público sobre el rol que las innovaciones científicas van a jugar en contribuir a aumentar la desigualdad, los científicos y otros colegas deben comenzar a afrontar estas reservas. Los enfoques tradicionales respecto de la comunicación científica no serán suficientes —tampoco los esfuerzos de los medios sociales— no importa cuán inteligentes sean o lo sólidamente basados que estén. Es tiempo de enfocarse en nuevos métodos para promover un diálogo más fructífero sobre la ciencia y la sociedad, juntando a los científicos y a la gente de diversos niveles para conversar, contribuyendo a la mutua apreciación y a la comprensión, y forjar nuevas relaciones y percepciones.
Referencias
- Corley, E.A. and D.A. Scheufele. 2010. Outreach gone wrong? When we talk nano to the public, we are leaving behind key audiences. The Scientist 24(1): 22.
- Lloyd, L. 2017. A march won’t make the public respect science. Slate.com (April 14).
- National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine. 2017. Human Genome Editing: Science, Ethics, and Governance. Washington, DC: The National Academies Press.
- Nisbet, E.C., K.E. Cooper, and M. Ellithorpe. 2015. Ignorance or bias? Evaluating the ideological and informational drivers of communication gaps about climate change. Public Understanding of Science 24(3): 285–301.
- Nisbet, M., and E.M. Markowitz. 2014. Understanding public opinion in debates over biomedical research: Looking beyond political partisanship to focus on beliefs about science and society. PloS One 9(2): e88473.
- Pew Research Center. 2017a. Automation in Everyday Life. Washington, DC: Pew Research Center.
- ———. 2017b. U.S. Public Wary of Biomedical Technologies to ‘Enhance’ Human Abilities. Washington, DC: Pew Research Center.
- ———. 2017c. Science News and Information Today. Washington, DC: Pew Research Center.
- Scheufele, D.A., M.A, Xenos, E.L. Howell, et al. 2017. US attitudes on human genome editing. Science 357(6351): 553–554.